Capítulo 37 Ya nos hemos registrado como casados

Rosa, por supuesto, conocía bien el nudo emocional que su madre había arrastrado durante tantos años. Si hablamos de odio, ¿acaso ella no sentía rencor? Cuando su padre transfirió los bienes a escondidas y, con fría violencia, llevó a su madre al borde del suicidio, ¡el mundo entero pareció venirse abajo de la noche a la mañana! Ella todavía era pequeña, se arrodillaba llorando, rogándole a su padre que no se fuera, pero él ni siquiera la miró. Mientras los demás niños asistían a la escuela y estudiaban, ella tenía que trabajar por dinero, lavar platos, fregar inodoros; nunca supo lo que era disfrutar de unas vacaciones, y solo podía leer y hacer tareas en su estrecha habitación cuando los demás dormían. También sentía odio. Pero comparado con todo eso, lo que más deseaba era que su madre siguiera viva; al menos, en este mundo frío, donde todavía podía tener a alguien cercano. —Investigaré este asunto. Si no quieres verla en una posición de poder, no te dejes llevar por la ira —dijo Ro