Capítulo 114
Salvador conducía lentamente hacia adelante.
Aunque tenía el navegador encendido, no eligió el camino más corto.
En cambio, escogió el más largo, aquel con más semáforos.
A lo largo de toda la ruta, los semáforos en rojo parecían multiplicarse.
Su semblante seguía siendo severo; el ceño, levemente fruncido. Era evidente que no estaba de buen humor.
Andrea pensó que era por culpa de los semáforos, así que, tras un largo silencio, finalmente dijo: —Esta calle tiene más semáforos. Conozco una ruta más corta.
—¿Me estás enseñando a hacer las cosas? —Su tono fue impaciente, y su mirada, sombría como una hoja de acero, se clavó en ella como una flecha.
Andrea se quedó sin palabras.
Bien, había sido un comentario de más.
Cerró la boca y decidió no decir nada más al respecto.
Giró la cabeza y volvió a mirar por la ventana.
Los plátanos de sombra que bordeaban la calle pasaban lentamente hacia atrás. Era primavera en su punto más álgido; el camino se veía hermoso.
Salvador observó atento su per

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