Capítulo 38
Los dedos de Salvador se detuvieron por un segundo sobre la pantalla antes de que, como si nada, guardara el teléfono en el bolsillo.
Quizás por culpa, alzó la vista hacia Andrea y notó que ella estaba concentrada sirviéndole comida a Manuel, aparentemente sin haber notado nada extraño en su comportamiento.
—Abuelo, voy a salir a contestar una llamada. —Dijo Salvador al ponerse de pie, con un tono tranquilo.
Manuel asintió con la cabeza, sin hacer más preguntas.
El gesto de Andrea al pasar el plato se detuvo apenas un instante, pero enseguida volvió a la normalidad, como si no hubiera oído nada.
—Andrea, ¿cómo van las cosas entre tú y Salvador últimamente? —Preguntó Manuel con ternura, mirándola con afecto.
Andrea sonrió levemente, con un tono apacible: —Abuelo, no tiene que preocuparse por nosotros. Nos criamos juntos desde pequeños, entre nosotros no hay barreras.
Manuel por fin sonrió, satisfecho.
Ya en la vejez, eso era todo lo que deseaba.
Su hijo y su nuera habían fallecido, y su

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