Capítulo 27
Un día, cuando Alfredo se sentía un poco mejor, le pidió a Jacqueline que le llevara su tableta. Con gran esfuerzo, operó el dispositivo y mostró sin reservas, de manera completamente honesta, el diario de Jacqueline que había encontrado en el disco de memoria, todos los detalles que él había investigado en secreto sobre lo que ella había hecho silenciosamente por él, y el enorme remordimiento y amor que llevaba dentro.
La miró, y las lágrimas resbalaron por sus enrojecidos ojos. Su voz se quebró, áspera y rota. —Jacqueline... mira... yo no soy una máquina... tengo un corazón... y hace mucho que late por ti, solo que fui estúpido... Tonto... Hasta ahora... por fin lo entiendo... Dame una oportunidad... aunque tenga que usar toda mi vida... para compensarte...
Jacqueline lo escuchaba en silencio. Miraba a este hombre que antes estaba en lo más alto, ahora tan frágil, llorando, y la última capa de hielo en su corazón empezó a derretirse.
Pero no se ablandó de inmediato. Cuando él volvió

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