Capítulo 30
Sin palabras adornadas ni promesas exageradas, solo una confesión sencilla y directa que, bajo el cielo estrellado de la sabana africana, resultaba especialmente sincera y conmovedora.
Jacqueline escuchaba en silencio, observando el perfil de él delineado por la luz de las estrellas, viendo en sus ojos una ternura y vulnerabilidad sin reservas, contemplando la feroz cicatriz que él había dejado en su brazo por protegerla... Su corazón finalmente se derritió por completo en esta tierra primitiva y majestuosa, frente a esta prueba pagada con la vida misma.
En sus ojos, bajo el cielo estrellado, la frialdad y distancia que habían perdurado por tanto tiempo se disolvieron como nieve de primavera, emergiendo una tenue capa de brillo húmedo, que ya no era fría.
No dijo nada, simplemente extendió lentamente la mano, por iniciativa propia, y tomó con suavidad la mano de él, la que no estaba herida.
La punta de sus dedos estaba fría, pero transmitía una fuerza firme.
Alfredo se estremeció de go

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