Capítulo 96
Al pensar en todos los problemas que surgirían si la descubrían, a Catalina le empezó a doler la cabeza.
Alejandro no mostró ninguna expresión, pero le tomó la mano con un movimiento inesperado.
Catalina se quedó pasmada y, por reflejo, intentó soltarla.
Pero la mano del hombre se deslizó suavemente entre sus dedos, entrelazando los suyos con los de ella.
Catalina se sobresaltó ligeramente, quedándose inmóvil durante unos segundos.
Alejandro, imperturbable, ya estaba haciendo el pedido.
Toda la atención de Catalina se centró en Alejandro; ni siquiera se dio cuenta de lo que estaba pidiendo.
Ella intentó desesperadamente retirar la mano, pero Alejandro apretó con más fuerza, impidiéndole zafarse.
Como si supiera que ella no podía hacer nada, Alejandro se tomó la libertad de hacerle una leve caricia en la palma.
Catalina se enfureció; estuvo a punto de perder la compostura, pero logró contenerse, aunque las mejillas se le encendieron de rabia.
—Catalina, ¿tienes calor? ¿Por qué estás tan

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