Capítulo 11

Julio se esforzaba por mantener la calma y luego gritó con fuerza: —¡Silvia, deja de hacer berrinche! Si sales ahora, todavía puedo acompañarte unos días más. —¿No te lo dije ya? Lo de Paula solo era un juego, y ahora ya me está cansando. Tú eres la persona que más amo, eres insustituible. Dame un poco más de tiempo y muy pronto regresaré a la familia. —Si sigues así, esto dejará de tener sentido. ¿No te da miedo que realmente me divorcie de ti? No importaba cuántas cosas dijera, la única respuesta que obtenía siempre era el silencio. No había rastro de Silvia en ninguna habitación de la villa. Incluso varias de sus pertenencias habían desaparecido. ¡De verdad se había ido! Cuando por fin cayó en cuenta de ello, los labios de Julio se apretaron con fuerza y su presencia se volvió tan opresiva que parecía a punto de estallar. No solo faltaban cosas de Silvia, sino que todas las pruebas de su amor y recuerdos compartidos habían desaparecido. El jardín estaba desnudo: todas las grandes hi