Capítulo 18
Adriana se dio cuenta de lo que quería hacer y también se levantó de su asiento: —¿No dijiste que querías hablar sobre tu esposo? Parece que apenas hemos empezado a hablar, ¿por qué no vuelves a tu asiento, señora Marita, y continuamos?
María sonrió con malicia y lanzó el café hacia ella.
Adriana estaba prevenida, agarró la muñeca de María y torció suavemente, haciendo que el café terminara sobre María.
La taza de café cayó al suelo y se rompió.
María tenía el rostro lleno de confusión e inocencia, como si no hubiera hecho nada y fuera la víctima.
Adriana aún intentaba entender por qué María tenía esa expresión cuando fue empujada con fuerza, perdiendo el equilibrio en sus tacones y cayendo al suelo, donde su palma aterrizó justo sobre los fragmentos de la taza, causándole un dolor agudo que le golpeó directamente al cerebro.
—Marita, ¿estás bien?
Esa voz familiar la despertó.
La mujer levantó la cabeza.
La figura alta de Salvador estaba frente a María, y él, que era

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