Capítulo 18

Lorena se esforzó por contener las lágrimas. No quería volver a llorar por culpa de Salvador, así que sonrió y lo apartó con suavidad. —Óscar, ya lo sé. Gracias. Se dio la vuelta y entró en el complejo de villas, con la mente completamente nublada. Aún no había extendido la mano para encender la luz de la pared cuando un escalofrío le recorrió el cuero cabelludo: había alguien sentado dentro de la casa. A la tenue luz que se filtraba por la ventana de cristal, no pudo distinguir quién era. Retrocedió un paso, asustada, y estaba a punto de correr hacia afuera, pero el hombre fue más rápido: la sujetó de un tirón y la empujó contra la puerta. Lorena reconoció al instante aquel olor familiar. Sus ojos se humedecieron; levantó la mano y le golpeó con fuerza el hombro. —¡Salvador! ¿Estás loco? ¿Qué había hecho ella para atraer a un hombre así? Salvador la arrastró al interior, cerró la puerta del salón y la inmovilizó contra el marco. No dijo una sola palabra. De su cuerpo emanaba una furia