Capítulo 21
—Entonces, ¿tú esperarás a que las piernas del señor Federico se curen? —Gabriela no pudo completar la frase.
Gonzalo asintió: —Vas a presentarme al doctor Sergio, ¿verdad? Él dijo que se concentraría en tratar las piernas de Federico y no atendería a nadie más.
Gabriela, con una expresión complicada, asintió con dificultad.
Federico se giró y los vio conversando en secreto, extendió su mano y empujó la cabeza de Gonzalo: —Gonzalo, mantén distancia con una mujer casada.
—Uh, qué mezquino.
Gonzalo murmuró: —Tu órgano reproductor no funciona, el mío tampoco. Dos personas con el mismo problema, ¿qué distancia necesitamos mantener?
Gabriela, involuntariamente, miró la expresión de Federico y tartamudeó: —Gonzalo, él y tú... no son iguales.
—Entiendo tu dolor.
Suspiró Gonzalo. Pobre Gabriela. Aún necesita proteger la dignidad de su esposo frente a otros.
Paula lo vio con una expresión amarga y no pudo evitar reír.
Gonzalo la miró fijamente.
—Gabriela, ¡mira el brazalete de jade flotante qu

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