Capítulo 62
Al recibir la noticia, Gabriela no podía describir lo que sentía en el fondo de su corazón.
Permanecía pasmada, inmóvil, hasta que alguien la empujó bruscamente por detrás.
—Gabriela, finalmente encontré la oportunidad,— dijo una voz siniestra a su lado, mientras Alberto sostenía un cuchillo con un brillo gélido contra su cuello.
Gabriela estaba retenida, en una solitaria y desierta parada de autobús. El aliento de Alberto era repulsivo, como la lengua de una serpiente, —Estoy prevenido contra ti, no intentes clavarme una aguja. ¡O te cortaré la garganta!
—¿Qué pretendes hacer?— Gabriela, con sudor frío en la frente, fingió estar calmada.
—¡Zorra! Te casaste con ese inválido de la familia Herrera! Arruinaste a la familia Jiménez, ahora quiero que él pruebe a una mujer con la que he jugado!— Con estas palabras, intentaba arrastrarla hacia un espeso matorral.
—Cuando me canse de ti, veremos si aún te quiere.
¡Qué nauseabundo!
—¡Voy a llamar a la policía!— exclamó Gabriela con voz firme.

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