Capítulo 70
Gabriela empujaba la silla de ruedas de Federico hacia el dormitorio principal.
Sus mejillas estaban sonrosadas. —Señor Federico, esta vez... no estoy borracha.
Solo sentía un ligero mareo.
Extrajo una pequeña caja de regalo del bolsillo de su camisa y se la entregó con ambas manos: —Feliz cumpleaños, Señor Federico.
Los ojos habitualmente impasibles de Federico se agitaron: —¿Para mí?
—Sí, la compré especialmente para ti, la vi y pensé que era perfecta para ti.
Sus ojos brillaban, y un rubor delicado adornaba su rostro.
Federico la aceptó y al abrirla encontró un par de gemelos de zafiro. Aunque no eran nada extraordinario entre los lujos que había visto, para Gabriela eran significativos.
Sin duda, debieron haber representado una gran inversión.
El gesto era sumamente valioso.
—Me gusta mucho—, afirmó Federico con voz grave.
Una sonrisa encantadora se esparció por el rostro de Gabriela. —Que te guste es lo mejor, ahora te ayudaré a asearte.— Su tono se tornaba coqueto cuando bebía.

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