Capítulo 40 No debería haberme ablandado
El día del banquete, Pablo justo tenía turno de noche.
Cuando lo vio salir, Mariana se giró enseguida para tomar un taxi.
Según la costumbre de Enrique, él solía llegar al banquete media hora antes de que comenzara oficialmente.
Pero para llegar a la isla había que tomar un ferry, así que Mariana no sabía si él saldría con más antelación.
No tuvo tiempo de cambiarse; solo pudo llevar el vestido en una bolsa y maquillarse en el carro.
Sus facciones eran limpias y delicadas, pero sus ojos tenían un matiz seductor, así que Mariana nunca solía recargar el maquillaje en esa zona; por el contrario, prefería sombras claras para suavizar su intensidad.
El conductor, al notar la destreza de sus movimientos, sonrió. —¿Va a una cita?
Mariana se detuvo un instante antes de aplicarse el labial y respondió: —No, es por trabajo.
En poco tiempo, el auto llegó a la entrada de la villa.
Mariana había pensado que no alcanzaría a llegar.
Pero, para su sorpresa, al bajar del vehículo vio que el auto de Enr

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