Capítulo 11
Ricardo seguía de pie frente a la ventana, observando el tránsito abajo.
Dos meses habían pasado. Las pistas sobre Lorena surgían y se desvanecían sin dejar rastro.
—Presidente Ricardo, Julieta vino otra vez. Dice que es urgente.
Informó Óscar por teléfono.
Ricardo frunció el ceño: —Dile que no estoy.
Colgó y se frotó las sienes.
Desde aquella pelea, Julieta lo había buscado varias veces, siempre con cara de víctima. Ya no la soportaba.
Decidió salir antes de la oficina, evitar que lo interceptara.
Pero al doblar la esquina hacia la puerta trasera de la empresa, una voz conocida lo detuvo.
—Tranquila, Ricardo terminará por darse cuenta. Me convertirá en su esposa.
Jamás había escuchado esa voz en Julieta, helada, llena de desprecio.
Ricardo retrocedió en silencio, aguzando el oído.
—¿Quién se cree que es? Si no fuera por su dinero, ¿tú crees que yo soportaría a un hombre tan arrogante?
La voz de Julieta destilaba burla.
—Lorena ya debería haberse largado. Su esposo y su hijo están de m

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