Capítulo 20
Cuando Dolores despertó, descubrió que estaba acostada en una cama de avión.
Guillermo estaba sentado a su lado, observándola. —¿Ya despertaste?
Ella se incorporó e intentó salir, pero él la jaló de vuelta y la presionó contra la cama.
—¡Suéltame!
Gritó pidiendo ayuda.
—Deja de gritar, este es mi avión privado. —La voz de Guillermo no admitía réplica—. No podrás escapar.
—¡Esto es secuestro! —Dolores lo fulminó con la mirada.
—¿Y qué?
Él torció los labios, como si recuperara su habitual calma y autocontrol. Pero, lo que dijo, hizo que a Dolores se le helara la espalda. —Cuando nos reencontramos, debí haber hecho esto, encerrarte, para que nunca pudieras dejarme en toda tu vida.
—¿Estás loco?
Ella arrugó la frente.
—Sí, estoy loco. —La mano de él se deslizó hasta su cara—. Desde que dijiste que ya no me querías y buscaste a otro hombre, me volví loco.
—Lola, solo puedes ser mía.
Su voz sonaba helada, pero su mirada ardía con una intensidad aterradora; al instante, le sujetó la barbilla

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