Capítulo 270

De golpe su rostro se ensombreció mientras se esforzaba por mantener la calma al mirar a Luis. —¿No dijiste que íbamos a casa? ¿Por qué me trajiste aquí? Luis la observó con serenidad y respondió con naturalidad: —Últimamente no has estado de buen ánimo, y este lugar es tranquilo, ideal para descansar. Tómatelo como unas vacaciones; quédate aquí por un tiempo. Ya he ordenado a los sirvientes que preparen todo. Si necesitas algo, solo díselo a ellos. —¿Luis, acaso piensas encerrarme? —preguntó Ana con frialdad. Los ojos de Luis se ensombrecieron. —Ana, solo quiero que te calmes un tiempo. No es mi intención encerrarte. —Estoy perfectamente racional en este momento, no necesito tranquilizarme. Si de verdad no quieres encerrarme, entonces llévame de regreso. Al ver la actitud reacia de Ana, en la mirada de Luis se asomó un leve destello de decepción, pero aun así intentó persuadirla con palabras amables: —Ya estamos aquí, y seguro no tuviste tiempo de cenar. Les pedí a los sirvientes que