Capítulo 27
Como era de esperarse, al escuchar a Catalina hablar de esa manera, Susana inmediatamente adoptó una expresión de agravio.
Las lágrimas caían en el momento justo, mostrándose pobre e indefensa: —Cipriano, ¿cómo podría yo hacer algo así? Una amiga mía vio a Viviana entrar a una habitación del hotel. Coincidencialmente antes de que Viviana entrara, observó a varios hombres ingresando en la misma, uno de ellos conocido por sus promiscuidades y, además, está enfermo.
—No iba a mencionarlo, pero ¿por qué se excedió justo ahora?
—En el amor no importa quién llegue primero o último, ¿y qué si están casados o, no? Ustedes ya no sienten nada, nosotros representamos el verdadero amor. ¡Ella es la intrusa y debería retirarse con dignidad!
Esta descarada lógica indignó por completo a muchos.
Especialmente a las damas de la casa presentes, quienes casi diariamente ejercitaban el castigo hacia la tercera persona involucrada, y las palabras de Susana no solo no resonaron con ellas, sino que deseaban

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