Capítulo 34
—Ya pedí un auto.
—No te preocupes cancélalo.
Enrique bajó del auto, sonriendo de oreja a oreja, y sin decir más, tomó su maleta y la colocó cuidadoso en el maletero.
Si no fuera por el auto de lujo, los transeúntes podrían pensar que a Viviana la estaban robando.
Enrique le abrió la puerta del lado del pasajero en la parte trasera: —Vamos, no te preocupes sube.
Viviana se sintió tan abrumada por su entusiasmo que incluso se sentía incómoda por dejar que un desconocido le abriera la puerta del auto, pero ante tal insistencia, no se resistió más, agradeció y se metió al auto.
En el momento en que se subió, vio a David sentado al otro lado.
Hoy no vestía de manera formal; llevaba una camisa celeste, pantalón negro y zapatos de cuero, sin corbata pero con mancuernas brillantes, bañado en un halo azul suave filtrado por el vidrio del auto, emanando un aire fresco y distinguido que la hacía pensar de forma involuntaria en la flor azul hielo que crecía en las alturas más elevadas... Una nobl

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