Capítulo 63
—¿Qué te pasa? —David se inclinó hacia adelante y le dio unas palmaditas en la cara con cuidado.
Thump.
Su cabeza golpeó la mesa.
Con reflejos rápidos, David sostuvo su cabeza, quedando parte de su mano presionado contra la mesa.
Se quedó inmóvil por un momento, luego levantó su rostro y se dio cuenta de que ella había perdido el conocimiento.
Viviana ya estaba muy débil cuando llegó, y después de insistir en discutir acaloradamente con Salvador, finalmente se relajó y no pudo resistir más la tentación de descansar.
Con los ojos cerrados, se sintió caer en unos brazos; el cálido aroma a madera oscura la envolvía, haciéndola querer llorar, deseaba esconderse allí, quitarse toda la armadura y ser simplemente una niña indefensa.
Pero al siguiente instante, una voz familiar que le causaba palpitaciones resonó en su oído: —Viviana, esposa mía...
¿Cipriano?
No, no, no, eso debe ser una alucinación.
Una alucinación demasiado terrible.
...
A las tres de la madrugada.
El mejor hospital privado

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