Capítulo 79
—¿Entonces Enrique te mandó a venir?
David retiró la mirada: —¿Podemos irnos?
Viviana, sintiéndose intimidada por su presencia, tardó varios segundos en responder, aunque al final dice: —Sí, podemos.
David se acercó a ella, se inclina y, con cuidado, la levanta y la coloca en la silla de ruedas.
Viviana se quedó rígida como una momia durante todo el proceso.
No duró ni un minuto, pero la respiración de él, su calor corporal y su aroma inundan todos sus sentidos.
El corazón le latió con fuerza.
La respiración se le hizo más lenta.
Su mente parecía hechizada.
David notó la rigidez de su cuerpo y, aunque inicialmente pensaba enderezarse, decidió preguntar con preocupación: —¿Te he lastimado?
Su voz era suave y melódica.
Sí que era seductora.
Viviana, ya en un estado bastante alterado, sintió que su piel se eriza al escuchar su pregunta tan cargada de intimidad, como si su cuerpo emanara lava hirviente.
Solo cuando comprende lo que él realmente pregunta, logra responder con voz débil: —No,

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