Capítulo 17
Tras aquel incendio, Félix también sufrió graves quemaduras, pero se negó a ir al hospital para recibir un tratamiento completo. Solo permitió que el médico de la familia le practicara una limpieza quirúrgica de emergencia y un vendaje en la sala médica improvisada de la villa.
Félix insistió en permanecer junto al cuerpo de Bianca, sin apartarse ni un instante.
Mandó traer otra cama a la habitación; allí se recostaba de lado, con el cuerpo vendado, mirando sin pestañear a la Bianca fría e inmóvil que yacía sobre la camilla.
Como si, con mirarla lo suficiente, con la concentración suficiente, ella pudiera, igual que incontables veces en el pasado, suspirar resignada, abrir los ojos y decirle en voz baja: —Félix, deja de mirarme.
Él incluso empezó a tener alucinaciones: creyó ver que el meñique de Bianca se movía un poco, creyó percibir un débil ascenso y descenso en su pecho.
La esperanza, como un fuego fatuo, titilaba en el páramo de su corazón.
Félix no se resignaba.
Movilizó todos l

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