Capítulo 15
Al entrar en la cocina, ninguno de los dos habló; al fin y al cabo, solo estaban fingiendo.
Javier se apoyó en el marco de la puerta y observó cómo Ana cocinaba.
Ana solo sabía preparar platos caseros.
Primero cortó las costillas en trozos y las dejó marinar un rato con ajo, laurel y un poco de vino blanco; después, cortó las papas en dados para tenerlas listas.
Con destreza, adobó el pescado ya limpio con sal, aceite de oliva, vino blanco y rodajas de limón; diez minutos más tarde lo metió en el horno.
Lavaba las verduras con esmero, hasta tres veces.
Cortaba con rapidez y los trozos de patata quedaban parejos.
Cocinaba con seriedad: como alguien que ha pasado hambre, sentía un respeto especial por los alimentos. Poco a poco, olvidó que había un hombre observándola desde la puerta.
Javier, mirando aquella menuda figura tan ocupada, sintió de pronto lo absurdo de algunas de sus conductas anteriores.
¿Sería que Ana sabía fingir demasiado bien?
Cuando Ana terminó de cocinar y se disponía

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