Capítulo 23
Ana tenía la mirada luminosa y, de pronto, esbozó una sonrisa.
Con dulzura dijo: —Javier, acepto tus disculpas.
Ana era de las que se dejaban convencer por las palabras amables, pero jamás por la fuerza.
Si Javier la enfrentaba de manera hostil, ella no se rendía.
En cambio, si él se disculpaba, entonces ella no guardaría rencor.
Al fin y al cabo, Javier era nieto de Pablo, y por esa razón Ana le otorgaba una tolerancia mucho mayor que a cualquier otra persona.
Javier, inexplicablemente, sintió alivio; la comisura de sus labios se curvó apenas. —Entonces vuelve conmigo a Residencial La Colina.
Había ido hasta allí con un único propósito: llevarla de regreso.
No sentía nada por esa Ana, ni le gustaba esa mujer que le parecía tan absurda. La disculpa no era más que un medio para lograr su objetivo.
Todo estaba resultando más sencillo de lo que José había dicho.
Sin embargo, al instante siguiente, Ana negó con la cabeza.
—Javier, no voy a volver contigo. Ya alquilé una casa. Antes no sabí

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