Capítulo 38 El acuerdo
Mirando por la ventana del auto a un paisaje urbano desconocido, Noelia sintió un zumbido en su mente, seguido de una ira incontrolable.
—¡Eres un desgraciado!
Noelia, pálida de rabia, no pudo contenerse y gritó, levantando la mano para abofetear a Antonio. Pero en el momento en que sus ojos se encontraron, captó claramente lo que decía su mirada.
Era una determinación de conseguir lo que quería, pase lo que pase.
De repente lo entendió.
Antonio había regresado no por piedad hacia ella, sino para adelantarse a don Tomás y forzarla a deshacerse rápido del niño, eliminando el último vínculo entre ellos.
Una lágrima brilló en los ojos de Noelia; su mano se detuvo, y la bofetada que casi lanzó se congeló en el aire.
Se contuvo, pero aun así las lágrimas corrían por su cara. Mordiéndose el labio, se vio obligada a admitir: —Antonio, eres muy cruel.
Dijo esto girando la cabeza. Las lágrimas seguían cayendo, pero resistía las ganas de sollozar en su presencia.
Como si no qui

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