Capítulo 30
Tras estas palabras, él se quedó sorprendentemente atascado...
En medio de una confusión abrumadora, sus dedos no pudieron evitar rozar los labios de ella; su respiración se volvió áspera. —Clara, esta boca tuya no sirve para hablar. Mientras no hables, puedes hacer lo que quieras...
Clara, con aire travieso, le mordió la mano...
Justo cuando la atmósfera entre los dos pasaba de una acalorada discusión a un ambiente extraño e indefinible, de pronto se escucharon, desde fuera del dormitorio, ladridos urgentes de un perro, seguidos de una voz masculina. —¿¡Tío Javier!?
...
Él retiró al instante sus dedos de la boca de ella y, al volverse, vio que, inesperadamente, frente a él estaba Raúl.
Clara, algo avergonzada, giró un poco el cuerpo y preguntó: —¿Raúl? ¿Qué haces en mi casa?
—Te llamé varias veces desde ayer y hoy; tu teléfono estaba apagado todo el tiempo. Pensé que te había pasado algo y vine a ver cómo estabas. Vi que la puerta estaba abierta y entré, tú.
Raúl miró a Javier, luego

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