Capítulo 83
En efecto, la caída había sido bastante dura, pero después de descansar un rato, el dolor fue desapareciendo poco a poco. Ambos fueron juntos al baño para darse un baño en la tina.
Ella se apoyó en el borde de la bañera, dejando que el hombre, de cuerpo fuerte y firme, se recostara sobre su pecho, mientras le aplicaba el gel de baño con lentitud, calma y esmero.
Javier permanecía así, pegado a su cuerpo, dejándose abrazar por ella...
Sentía cómo sus delicadas y suaves manos se deslizaban por su piel, mientras en sus oídos resonaba su cálido y fragante aliento. Combinado con la agradable sensación del agua tibia que los envolvía, cerró los ojos y experimentó una relajación sin precedentes, una especie de vértigo embriagador, como si flotara entre las nubes.
Entonces, Clara, incapaz de contenerse, pegó su mejilla a la de él y le susurró al oído con una voz traviesa y provocadora: —Javier, quiero casarme contigo, y darte ocho hijos...
Él soltó un leve gruñido, giró la cabeza y la besó con

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