Capítulo 16
Tras desvanecerse, Jairo tuvo un sueño.
En él, se encontraba ante un enorme caldero de hierro, bajo el cual rugían llamas intensas.
—Jairo...
Un susurro débil, entrecortado, emergía de la superficie burbujeante.
¿Quién lo llamaba?
Contuvo el aliento y miró hacia el agua hirviente.
—¡Splash!
Un rostro surgió de golpe entre el vapor.
La piel, enrojecida y carcomida por ampollas, apenas conservaba rasgos humanos.
Solo los ojos, cargados de rencor, lo miraban fijamente.
¡Era Verónica!
—¡Ah!
Jairo gritó, presa del pánico, y se incorporó de un salto en la cama.
Jadeaba; el sudor frío le empapaba la ropa.
La voz de Mariana, suave y falsa, sonó a su lado: —¡Por fin despertaste!
Con una toalla mullida, le secó la frente con fingida ternura:
—Estuviste inconsciente tres días. El médico dijo que fue un ataque de ira.
Le acercó un cuenco humeante de caldo de gallina.
—Toma, bebe un poco para que te repongas. Lo acabo de preparar.
El vapor le rozó el rostro y, de inmediato, le trajo a la mente la i

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