Capítulo 19
Alejandro sintió como si lo alcanzara un rayo; se quedó rígido en el lugar al instante y el color desapareció de su rostro.
Cuando reaccionó, extendió la mano con prisa para sostenerla. —Yo... yo te llevo al hospital...
—No hace falta que finjas.
Ana esquivó su contacto, con la voz cargada de dolor y repugnancia. —Alejandro, deja de aparecerte delante de mí. Me das asco.
Lo miró fijamente a los ojos, viendo cómo sus pupilas se contraían de golpe, y su tono fue extremadamente punzante: —Has repetido mil veces que me amas, pero aquella vez que me apuñalaste por Carmen no dudaste ni un segundo.
Por un instante, Alejandro sintió que todo su cuerpo giraba.
Aunque era la herida de Ana la que se había vuelto a abrir, en ese momento su propio corazón también parecía ser torturado poco a poco.
El cuchillo con el que él mismo había apuñalado a Ana se había convertido ahora en una enorme brecha entre ambos, imposible de salvar.
Alejandro solo pudo quedarse donde estaba, mirando cómo Ana se marcha

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