Capítulo 17
¿¡Qué demonios había hecho!?
El remordimiento y el dolor lo devoraban como miles de hormigas dentro del pecho, royéndole el corazón hasta dejarlo sin aire.
Salió corriendo sin pensarlo, ahora solo tenía una idea fija en la mente:
¡Encontrar a Mariana!
Se plantó frente a su estudio, esperó horas en la entrada de su apartamento.
Aquel emperador del mundo empresarial, siempre impecable y altivo, estaba ahora con la barba crecida, el traje arrugado, y solo esos ojos inyectados de sangre seguían clavados como cuchillas en la puerta.
Y cuando por fin la vio aparecer elegante, intacta, el corazón se le desbocó.
Tropezando, se lanzó hacia ella y se le plantó enfrente. Su voz, rota por la fiebre y la ansiedad, sonó ronca y quebrada: —Mariana, lo siento. ¡Me equivoqué! Ya lo sé todo...
Hablaba atropelladamente, intentando aferrarse a su mano, pero ella lo esquivó con una suavidad firme y definitiva.
—Ya sé que es demasiado tarde para decir esto. ¡Fui un idiota, un ciego! Confié en Antonella, te

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