Capítulo 4
Ignacio avanzó hacia nosotros con paso lento, irradiando una presión inmensa.
Nadie se atrevía a mirarlo a los ojos.
Su mirada recorrió mi cuerpo y escuché la risa cruel de Malena.
—Se terminó para ti; Ignacio no te va a perdonar.
Murmuró con regodeo.
Pero en los ojos de Ignacio vi preocupación y furia.
Se detuvo frente a mí.
Al ver a Valeria, su frialdad se intensificó.
—¿Qué está pasando aquí?
Preguntó con voz helada.
Antes de que pudiera responder, Malena se levantó de un salto y señaló mi nariz:
—¡Es culpa de esta mujer! ¡Se atrevió a decir que esa bastarda es tu hija!
—¿Bastarda?
Repitió Ignacio, las comisuras de sus ojos levantándose apenas, la mano rozando su bastón.
Su gesto era la antesala de la cólera; lo supe de inmediato.
Siempre nos había protegido a Valeria y a mí. Aunque solo habláramos con él por teléfono diciendo que lo extrañábamos.
Volaba en su jet privado para regresar a Villa Monteluz y vernos.
Sabía cuánto me gustan las rosas, y convirtió toda Villa Monteluz en un

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