Capítulo 25

Gustavo, al enfrentarse a Armando, estaba lleno de agravio, como si toda la culpa fuera de Silvia. Sostenida a medias por Armando, Silvia sentía un dolor de cabeza insoportable; todo se le oscurecía delante de los ojos y un zumbido constante le ensordecía los oídos, incapacitándola para oír con claridad. Solo percibía el llanto de Gustavo resonando en sus oídos como un ruido distorsionado, taladrándole el cerebro y haciendo que el dolor se volviera insoportable. Las gotas de sangre resbalaron por su mejilla hasta caer al suelo. Silvia tardó un buen rato en recuperar la conciencia. Con esfuerzo alzó la mirada hacia donde estaba el niño y se dio cuenta de que no solo veía todo oscurecido, sino que su visión estaba tan borrosa que no distinguía nada a unos metros de distancia. —Armando, llévatelo. La respiración de Silvia era entrecortada. —Él tiene razón, ¡yo lo dejo! ¡De verdad no puedo con este hijo! Aunque veía todo borroso, su mirada se fijó con exactitud en la cara de Gustavo. La sa