Capítulo 37
Gustavo, con lágrimas en la cara, alzó su s pequeños ojos y lo miró con una mezcla de tristeza e inquietud.
Armando le secó las lágrimas y le dijo: —Lo que ellos dicen son tonterías. Te lo prometo: no me voy a divorciar y mamá no va a tener otro hijo.
—¿De verdad? —Gustavo sorbió por la nariz—. ¿Entonces cuándo vuelve mamá?
—De verdad.
Armando hizo una pausa; su tono sonó como si tratara de convencerse a sí mismo. —Mamá volverá muy pronto.
Gustavo le sonrió, todavía con las mejillas húmedas.
Así era el corazón de un niño: reía cuando era feliz y lloraba cuando estaba triste.
Armando suspiró en silencio. El corazón de Silvia parecía de piedra y él no sabía cómo convencerla de que volviera.
Al ver que el ánimo de Gustavo mejoraba, Armando bajó la voz y lo miró con seriedad, transmitiéndole una leve sensación de presión.
—Gustavo, querer proteger a mamá está muy bien. Pero...
Se detuvo un instante antes de decir en tono grave: —Montar en cólera y pegarle a otros es el recurso de los débil

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