Capítulo 23
Esa revelación resultó mil veces más dolorosa para Jesús que una simple pérdida.
No solo había perdido el amor, sino que también había sido derrotado en los negocios, y de una forma tan pública como humillante.
Esa misma noche, Jesús, completamente solo, fue al bar que solía frecuentar con Cecilia, intentando ahogar sus penas en alcohol.
Bebió una copa tras otra de licor fuerte, pero ni siquiera así logró apagar la amargura y el remordimiento que lo consumían.
No supo en qué momento alguien se sentó a su lado: era una cara familiar, la de su amigo de la infancia, Alonso Cordero.
Alonso observó la apariencia deshecha de Jesús sin mostrar la menor compasión. Por el contrario, sonrió con ironía y lo provocó con burla: —¿Qué pasa, Jesús? ¿Tú también tienes días en los que bebes para olvidar? ¿Ahora sí sabes lo que es arrepentirse? Lástima... Es demasiado tarde.
Jesús levantó la cabeza con la mirada perdida, los ojos nublados por el alcohol.
Alonso continuó, sin piedad, golpeando donde más

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