Capítulo 21
—Veamos cómo te desempeñas, —le respondió Juan con un tono bastante indiferente.
A Aurora no le agradó esto e insistió en obtener una respuesta concreta: —Sé específico, ¿qué significa una respuesta tan ambigua?
Juan no añadió nada más, centrando su atención en besar y dejar marcas en el esbelto y pálido cuello de ella.
Aurora comprendió que, al haber venido, ya no poseía ninguna ventaja; no le quedaba más opción que cooperar.
¡Salvo que no deseara el broche!
Juan no hizo el amor con ella.
El cuerpo de Aurora dolía y hormigueaba.
Pero él, con la respiración algo agitada, conservaba una mirada lúcida, no dominada por el deseo.
Las lágrimas volvieron a caer de sus ojos.
Probablemente disgustado porque ella volvía a llorar y estropeaba el ambiente, Juan frunció el ceño, agitó la mano y subió las escaleras.
Su ropa estaba intacta, y al mirar de nuevo su propio estado, Aurora se cubrió con una manta delgada.
Deseaba abofetearlo dos veces, pero al pensar en la reacción de

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