Capítulo 158
El hombre en la cama abrió de repente los ojos con una mirada sombría. Antes de que Belén pudiera reaccionar, sintió un mareo y una mano alrededor de su cuello, asfixiándola. —¡Oscar, soy yo!
Al oír su voz, Oscar aflojó la mano: —Belén, también has aprendido a entrar a mi habitación sin ser vista.
—¿Te asusté? …
Belén tosió varias veces y se levantó de la cama, negando con la cabeza. —Oscar, ¿te encuentras mejor?
Oscar extendió la mano y encendió la luz de la habitación. Fue entonces cuando Belén vio la lámpara rota en el suelo y el desorden que no sabía qué había causado.
—Voy a abrir las cortinas.
Belén se dirigió a las cortinas y los rayos dorados del atardecer inundaron la habitación. Miró hacia atrás, observando cómo la luz caía sobre el rostro algo pálido y demacrado de Oscar: —Oscar, ¿sigues con dolor de cabeza? ¿Deberíamos ir al hospital?
Oscar cerró los ojos, apoyándose en el cabecero de la cama y masajeándose las sienes. —No es necesario. ¿Tienes hambre, Belén?
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