Capítulo 84
El clima en Ciudad Solarena siempre ha sido impredecible.
Nubes espesas cubren todo el cielo y la opresión de su oscuridad es palpable.
Llueve, un ligero goteo persistente.
Los peatones en la parada del autobús atraviesan pequeños charcos, caminando bajo sus paraguas a lo largo de la acera.
Varias patrullas policiales recorren las calles.
El Grupo Díaz también está envuelto en nubarrones; un trabajo agobiante que deja sin aliento. Estos días, el presidente parece haber enloquecido y la alta dirección casi no tiene paz; todos son extremadamente cautelosos, afectando continuamente a todos en la empresa.
La joven secretaria salió llorando de la oficina del presidente, entregando su tarjeta de trabajo a Cipriano entre sollozos, —Señor Cipriano, ya no quiero seguir aquí.
—Sigue el procedimiento estándar de renuncia y hablaré con contabilidad para que te paguen el triple de tu salario.
—Gracias, señor Cipriano.
Cipriano entra en la oficina, y la abrumadora atmósfera fría lo engulle al instan

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