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Capítulo 114

Fue ella quien tomó la iniciativa de entrar en la habitación de Danilo. Si no tuviera ninguna intención de seducirlo, ¿cómo podría una mujer entrar en la habitación de un hombre a altas horas de la noche? La mirada de Diego, como cuchillos, se clavó en el rostro de Yaritza. Sus dedos se tensaron involuntariamente, sin darse cuenta de que casi aplastaba la mano de Amaranta. Hasta que Amaranta gritó de dolor, Diego despertó bruscamente. Rápidamente soltó la pequeña mano de Amaranta, mostrando una expresión serena en su rostro, pero su corazón ya latía furiosamente. Los ojos de Amaranta mostraban una tristeza desgarradora: —Diego, sé que he cometido un error, pero trabajaré para corregirlo, ¿puedes perdonarme esta vez? —Amara, no es tu culpa. —Diego, con el rostro inexpresivo, abrazó a Amaranta, aunque le hablaba, su mirada permanecía fija en el rostro de Yaritza, como si quisiera atravesar con la vista a esta mujer infiel en el amor. No culpes a Amaranta... Al escuchar las palabras de Di

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