Capítulo 128
Al pensar en Daniel, los ojos de Yaritza se llenaron de lágrimas una vez más.
Hernán siempre había sabido lo mal que cocinaba Alicia, y al ver los ojos enrojecidos de Yaritza, pensó que la mala calidad de la comida había causado su tristeza. Sin dudar, tomó el trozo de cerdo que ella tenía en la mano y lo probó con una sonrisa forzada.
—¡Claro, la comida de Alicia está deliciosa!
—¡Zas!
Diego dejó caer su tenedor sobre la mesa con fuerza.
Su mirada fría se fijó en el rostro de Hernán.
¡Había comido el cerdo que Yaritza había dejado a medias! ¿Qué tan cercanos se habían vuelto?
Inicialmente tenía hambre, pero ahora, observando todos los platos sobre la mesa, su apetito desapareció por completo.
El ruido de Diego captó la atención de Hernán, cuya sonrisa se amplió: —¿Ya estás lleno, Diego? ¿Acaso estás a dieta?
Viendo que Hernán la observaba, Yaritza sintió la necesidad de intervenir y aclaró su garganta: —Sí, el señor Diego ciertamente debería considerar una dieta.
Diego se enfureció in

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