Capítulo 69
En la tenue claridad, la piel ya de por sí blanca de Carolina se veía aún más traslúcida.
El tintineo insistente de la campana rompía el silencio, pero Carolina parecía no escucharlo.
Su mirada se posaba en el árbol afuera de la ventana, como si lo que contemplara no fuera un simple árbol, sino un paraíso terrenal.
Melchor sintió la garganta apretada. —Caro, yo...yo voy a contestar una llamada, enseguida regreso para estar contigo.
Esperó un instante, hasta que el timbre cesó, pero ella no respondió.
Luego, sonó una segunda llamada.
El pecho de Melchor se tensó; comprendía que Lilia debía de tener algún problema, de lo contrario no lo llamaría dos veces seguidas.
Apretó los dientes, retiró la vista y se volvió para salir.
Apenas rozó con la mano el pomo de la puerta, cuando a su espalda sonó la voz serena de Carolina. —Melchor, no vuelvas más.
Él se quedó inmóvil, se humedeció los labios resecos y, con la voz ronca, respondió: —Caro, no digas eso por enfado, termino y vuelvo contigo.
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