Capítulo 1067
Esther no se atrevió a desmayarse, pero escuchó cómo alguien golpeaba la ventana del auto.
Todo estaba borroso frente a ella, apenas alcanzaba a ver a varios hombres aparecer, quienes, sin miramientos, la arrastraron fuera.
Esther estaba mareada, apenas podía ver nada, hasta que la metieron en un auto e que olía terriblemente mal; ese olor casi la hizo vomitar.
Fue precisamente gracias a ese olor que comenzó a despejarse un poco.
Era un auto muy viejo, cubierto de suciedad negra, no se sabía ni para qué lo usaban.
Esther no se atrevió a moverse, mientras que los hombres en los asientos delanteros pensaban que ella se había desmayado y comenzaron a hablar en su dialecto.
Esther no entendía, pero sabía que la ruta del auto era hacia el pueblo natal de su madre.
Esa gente sabía a dónde se dirigía.
Su corazón se llenó de inquietud, inmediatamente sospechó de los culpables, o bien Aída o Gloria.
Ambas eran mujeres venenosas con una lengua afilada, nunca dejarían a Esther en paz.
Ella cerró

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