Capítulo 1135
Ella leyó durante una hora; mientras bebía agua, vio que Baltasar ya estaba sentado en la silla, dormido.
Se levantó y corrió la cortina de gasa para cubrir parte de la luz, de modo que el sol no entrara con tanta fuerza.
Después estuvo en aquella mansión durante tres días más, hasta que, en el cuarto día, la gente de Baltasar le llevó un vestido largo y le dijeron que debía asistir a la gala benéfica de esa noche en la Cumbre.
Sus ojos se dirigieron hacia Baltasar, que estaba a su lado; bajó la cabeza y murmuró: —¿Puedo no ir? No me siento cómoda.
Baltasar negó. —Si no quieres ir, no vayas; no conoces a nadie, no tendría mucho sentido. Camila, como vas a estar sola en casa, cuando vuelva acuérdate de seguir leyéndome cuentos.
—Está bien, señor Baltasar. Cuídese.
Cuando Baltasar se fue, Lorena no se apresuró a subir las escaleras para revolver entre sus cosas; estaba convencida de que alguien vendría a buscarla esa noche.
Martín había estado tranquilo durante más de diez días; no creía

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