Capítulo 1188
Lorena estaba completamente empapada. No tenía ánimos para prestar atención a ese tipo de artimañas tan bajas; pasó de largo junto a esas dos personas y se marchó.
Detrás de ella aún se escuchaba la voz de Alberto.
—¿Yesenia, estás bien?
Yesenia negó lentamente con la cabeza, los ojos enrojecidos. —Alberto, ¿te he causado problemas? Será mejor que me vaya a vivir a otro lugar, para no ponerte en una situación difícil.
Alberto había decidido mantenerla cerca porque su salud era delicada y debía cuidarla en todo momento; era su responsabilidad.
—No digas eso. La señorita Lorena no es una persona rencorosa. Solo evita aparecer frente a ella la próxima vez.
Alberto no guardaba resentimiento hacia Lorena; al fin y al cabo, era la esposa de su superior.
Además, la conocía bien: Lorena no era ese tipo de persona.
Lorena se dio una ducha y, solo entonces, sintió que el frío abandonaba su cuerpo.
Pidió a César que preparara otro automóvil y, ya en su habitación, se acurrucó bajo las mantas con

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