Capítulo 150
A Patricia se le enrojecieron los ojos por la fuerza del apretón, torció la boca y repitió la línea de tiempo.
Yago soltó su muñeca y sonrió levemente: —Ya está, puedes bajar.
Patricia miró la marca rojiza en su pálida muñeca; le dolía tanto que se le llenaron los ojos de lágrimas.
—Yago, ¿qué te está pasando? Estás actuando muy raro. ¡Ya no quiero hablar contigo!
Molesta, bajó las escaleras.
En cuanto regresó a su habitación, hizo una llamada de inmediato. Se comunicó con uno de los socios que habían estado en la cena de negocios.
El socio, que había vuelto a su casa a descansar después del banquete, contestó medio dormido.
—¿El señor Yago?
—Sí, soy yo. Quiero preguntarte algo. Esta noche Lorena cenó con ustedes, y mi tío Pedro también. ¿A qué hora terminó más o menos?
El socio hizo memoria: —Pasadas las siete, creo. Ya había terminado. Pero la señorita Lorena estuvo rara. Recuerdo que antes no le gustaba el jefe Pedro. ¿Cómo es que esta vez estaban juntos en el mismo salón privado?
B

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