Capítulo 307
—Gisela, escuché que Lorena te internó en un hospital psiquiátrico, ¿no es cierto? Vaya, qué lástima. ¿No era ella quien más se preocupaba por ti antes? Eres una mala mujer; si no fuera por ti, ¿crees que este ojo lo habría dejado ciego?
A Gisela le dolía tanto que las lágrimas le brotaban de los ojos; pensaba que ese hombre estaba loco, ¡ni siquiera lo conocía!
—¡No sé de qué estás hablando, no sé de qué estás hablando!
Apenas terminó de hablar, Ernesto le agarró el cabello y le estrelló la cabeza brutalmente contra la ventanilla del coche.
—¿Así que te haces la desentendida? ¡Piénsalo bien!
Gisela, aterrada, tenía la mente hecha un caos y no dejaba de gritar: —¡Auxilio, auxilio!
Después de que le golpearan la cabeza más de una decena de veces, finalmente emergió en su mente un recuerdo que llevaba mucho tiempo reprimido.
Ahora lo recordaba: hace cinco años, cuando tenía diecisiete años, había llamado la atención de Ernesto, un compañero del colegio.
En ese entonces, ella acababa de l

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