Capítulo 425
Él siempre era así, calculador y estratega, capaz de hacer que uno lo odiara con todas sus fuerzas.
No era de extrañar que no le cayera bien a la gente.
El ambiente estaba tenso, pero mientras tanto, Lorena ya había avanzado mil metros por el sendero.
Cuanto más ascendía, más intenso se volvía el aroma de las camelias.
La nieve caía con más fuerza a medida que avanzaba la noche, y empezó a lamentar no haber traído paraguas. Tras recorrer otros quinientos metros, al fin apareció un terreno llano.
Vio aquellas camelias, aún más hermosas que las que había contemplado junto a las ruinas.
Se apresuró a acercarse, decidida a cortar unas cuantas ramas y marcharse enseguida, ya pensando en entregar los libros y las pinturas clásicas a la mañana siguiente como intercambio.
Pero justo cuando tocó las ramas, escuchó pasos hundiéndose en la nieve.
La luz de las farolas se volvía cada vez más tenue, y al distinguir esa silueta familiar, se quedó sorprendida.
—¿Ignacio?
El hombre se acercó y cortó u

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