Capítulo 427
Lorena volvió a tomarle la mano y siguió caminando hacia afuera.
Cuando llegó, aún había luces encendidas en la finca, pero ahora todo estaba sumido en la oscuridad; por suerte, aún recordaba el camino de salida.
Durante todo el trayecto hasta la puerta principal, no pudo evitar preguntarse por qué ese misterioso dueño nunca daba la cara.
Pero no tenía tiempo para pensar demasiado, así que llevó a Ignacio hasta el auto.
Por los alrededores no había farolas, solo una luz colgada bajo el alero de una casa lejana, que oscilaba suavemente.
Colocó la camelia en el asiento trasero, retrocedió un paso para cerrar la puerta del auto, pero estuvo a punto de caerse.
Junto a su auto había una huella de neumático reciente que había aplastado la nieve.
Se sostuvo, abrió la puerta del conductor y vio que Ignacio ya estaba sentado en silencio en el asiento del copiloto, con la cabeza baja, sin que se supiera en qué pensaba.
Lorena condujo hasta la casa donde él vivía y, como siempre, solo estaba ence

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