Capítulo 42
De repente, Sofía no sabía ni qué maldecir, escuchando a esas personas decir una barbaridad tras otra, hasta que le dieron ganas de llorar.
Pero Lorena simplemente abrió la puerta del auto y se sentó.
—Sofía, sube al auto.
Los ojos de Sofía estaban rojos mientras subía.
Los agricultores levantaban sus escobas y vitoreaban, como si estuvieran despidiendo una desgracia.
Sofía, al ver esta escena en el espejo retrovisor, estuvo a punto de escupir sangre de la rabia y no pudo contener las lágrimas.
El conductor, un hombre de mediana edad que había pasado una larga noche, también lloraba mientras sujetaba el volante.
¿Quién no se sentiría mal en esta situación, con toda su buena intención pisoteada y además acusado sin razón?
Lorena, sentada junto a la ventana, miraba el paisaje que pasaba rápidamente y escuchaba el llanto de los dos, sintiéndose algo impotente.
—Dejen de llorar.
Sofía lloraba desconsoladamente, sonándose la nariz con un pañuelo mientras sollozaba.
—Es que duele, nunca en m

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