Capítulo 648

Lorena se incorporó, respirando entrecortadamente, tomando grandes bocanadas de aire, con la frente empapada de sudor. En su mirada aún persistía la confusión. Miró hacia él y preguntó: —¿Qué? Pedro tenía la mano tensa sobre el teclado, con las venas marcadas en el dorso, aunque su cara permanecía serena. —¿Qué soñaste? Ella arrugó la frente, como si se esforzara por recordar el contenido del sueño, pero no lo conseguía; solo tenía la sensación de haberlo pasado muy mal, una opresión enorme. De inmediato, se aferró al brazo de Pedro. —Cariño, ¿mañana podemos no dormir aquí? No me gusta este sitio. Le salió de manera natural ese tono mimado; desde niña, Lorena ya era así de consentida. Y también era obediente, voluntariosa y adorable, inocente y pura. Abrió bien los ojos para observar la expresión de él y se acercó a darle varios besos en la comisura de los labios. —¿Sí? ¿Está bien? Él no respondió; simplemente fue cerrando el ordenador poco a poco. Lorena sintió, sin saber por qué, cie