Capítulo 802
Su cara estaba hinchada y, al hablar, ya se le trababa un poco la lengua; lo único que pensaba era que esos dos estaban enfermos.
Increíble, que pudieran juntarse; ¡eran la pareja perfecta!
Una pareja despreciable.
¡Sí! ¡Una pareja despreciable!
Lorena se quedó quieta unos segundos, como si se diera por vencida; de pronto avanzó con pasos firmes, llegó hasta él, le tomó la cara entre las manos y comenzó a besarlo.
Los párpados de Pedro se estremecieron y, al reaccionar, alzó la mano para sujetarle la nuca.
David, que había visto a tantas parejas enredarse en el gremio, jamás había presenciado una forma de relacionarse como aquella.
Era algo inaudito.
¡Una locura, estaban locos!
Y a él le había tocado recibir tres cachetadas en vano.
Encogido en un rincón, escuchaba los ruidosos besos que resonaban en la cueva; nunca en su vida había pasado por algo tan insoportable.
Se besaron por mucho tiempo; cuando por fin Lorena apartó lentamente las manos de su cara y vio aquellas marcas de dedos

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