Capítulo 167
Raquel corrió de inmediato hacia el cubo de basura y, al extender la mano, recogió su valiosa bolsa de mano. Por suerte, no estaba sucia ni dañada; de lo contrario, ¡qué lástima habría sido!
Raquel regresó a su dormitorio, se sentó frente al tocador y abrió la caja de seda que había dentro. El collar de ágata roja brillaba intensamente bajo la luz, tan hermoso que resultaba sobrecogedor.
El gusto de Alberto siempre había sido excelente; después de todo, era un heredero de una familia adinerada y su sentido estético siempre había estado a la altura.
Las cosas que él elegía no podían ser objetos vulgares.
Aunque Raquel tenía dinero, rara vez se interesaba por estas cosas. De hecho, este era el primer regalo que Alberto le daba.
Raquel tomó el collar y se lo puso alrededor del cuello.
Su cuello, blanco y largo, era similar al de un cisne, con unas clavículas hermosas. El collar de ágata roja le quedaba perfecto, dándole un aire etéreo y, al mismo tiempo, cautivador.
Raquel sacó su teléfon

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